
hace muchos, muchos años, a mediados del periodo Heian, una niña llamada Murasaki Shikibu. Murasaki pertenecía a una familia de la mediana nobleza emparentada con la poderosa familia Fujiwara. Aunque no tuvo una infancia feliz, recibió una educación muy esmerada y a muy temprana edad ya destacó por su inteligencia. Cuando Murasaki creció se casó con un noble de una clase social similar a la suya y con él tuvo una hija, poco tiempo después el joven murió. A partir de aquí, Murasaki empezó a escribir la novela El retrato de Genji de la que, siglos más tarde, Marguerite Yourcenar diría “no se ha escrito nada mejor en ninguna literatura”. Esta obra la hizo muy popular, tanto que el ministro Fujiwara no Michinanga la hizo dama de compañía de la corte de la emperatriz Akiko. Durante aquellos años Murasaki escribió un diario, cuyo manuscrito aún se conserva...
Solamente he leído algunos fragmentos de dicho diario, que abarca del año 1007 al año 1010. Sorprende la calidad de esta literatura y cómo un libro escrito hace mil años puede leerse como si hubiera sido escrito en nuestro tiempo. La autora describe, intercalando algunos versos escritos por ella misma, las diferentes ceremonias que marcaban la vida de la corte, una vida mezquina, por lo que nos da a entender. Murasaki también retrata a otras damas, que igual que ella formaban parte de esa corte. Me ha cautivado la inteligencia de Murasaki, su capacidad de observar y percibir hasta el más mínimo detalle, igual que su capacidad para evocar lugares.
Solamente he leído algunos fragmentos de dicho diario, que abarca del año 1007 al año 1010. Sorprende la calidad de esta literatura y cómo un libro escrito hace mil años puede leerse como si hubiera sido escrito en nuestro tiempo. La autora describe, intercalando algunos versos escritos por ella misma, las diferentes ceremonias que marcaban la vida de la corte, una vida mezquina, por lo que nos da a entender. Murasaki también retrata a otras damas, que igual que ella formaban parte de esa corte. Me ha cautivado la inteligencia de Murasaki, su capacidad de observar y percibir hasta el más mínimo detalle, igual que su capacidad para evocar lugares.
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