
La semana pasada, en clase de Cultura, hablábamos de si diferentes actividades podían considerarse cultura. Por ejemplo, las estatuas vivientes de Las Ramblas. Mi opinión era que si consideramos el teatro como cultura, las estatuas vivientes también deberían ser consideradas como tal puesto que es un subgénero dentro del teatro, el teatro de calle. Es expresión, una forma de comunicación. De este modo, las estatuas vivientes forman parte de la definición de cultura desde un punto de vista etnológico que defiende que “todo es cultura”, así pues, cualquiera que se coloque en Las Ramblas a hacer cualquier tipo de representación será considerado cultura, a pesar de que aquella actividad que lleve a cabo no tenga ningún principio artístico. En una ocasión tuve la oportunidad de entrevistar a un mimo de Las Ramblas, creo que él no hubiera tenido ninguna duda en afirmar que su oficio es el de artista y que el suyo es un trabajo cultural.
He querido contrastar mi opinión personal con la de la Asociación Española de Estatuas Vivientes y Teatro que defiende lo siguiente: "El teatro a gorra es necesario como expresión genuina de arte, sin ser industria cultural, sin privatizaciones, sin intermediarios, porque el teatro a gorra ha existido siempre, desde el nacimiento de las artes escénicas, fundado en la libertad de expresión para reafianzar la democracia, la igualdad de oportunidades, la creatividad libre, en el respeto de las normas cívicas y morales". A pesar de no ser parte de la industria cultural, se inscribe dentro de una tradición de expresión plástica con el cuerpo humano.
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